Para Lucas, su madre era lo más valioso en el mundo, la luz de sus ojos, su risa, su esperanza, era todo lo que amaba y lo que amaría siempre. Y era el eco lejano de su dulce voz lo que lo acogía en las frías noches que pasaba detrás de las rejas,cumpliendo sus veinte años de prisión.
Lucas tenía seis años cuando ocurrió el primer incidente. Estaba muy acostumbrado a la presencia cariñosa de su madre, a su sonrisa eterna, pues siempre estaba con ella, la ayudaba a cocinar, aunque sabía que era un chef un tanto torpe, a su madre nunca le importó, y más de una vez dejó caer un huevo "por accidente" sólo para que ella se acercara a él riendo y le limpiara las manos con la suavidad que tenía. Solían escuchar música juntos y pasar las tardes así, ella leyéndole y él durmiendo, acunado en su pecho, escuchando constantemente el latido de su corazón, para Lucas no había mejor manera de dormir que ésa. Así fue que, una noche de marzo, sucedió: Lucas estaba acostado, abrazado a un viejo oso que tenía desde su nacimiento. Loraine, su madre, lo observaba dormir como un ángel, realmente Lucas era la razón de su existencia, pensaba, mientras le dejaba un beso marcado en la frente. Salió de la habitación con sumo cuidado de no despertarle con los ruidos de la puerta, la cual dejó un poco abierta, para poder escuchar mejor si se despertaba. Loraine caminó hasta la cocina, se sirvió un vaso de agua y se sentó a escribir algunas notas para el día siguiente. Escuchó entonces que la puerta de la cocina que daba al exterior se abría y una figura espectral entraba por ahí, aún llevaba una botella medio llena en su mano derecha, con la izquierda cerró la puerta de un golpe que hizo estremecer la casa entera, él rió ante la expresión asustada que tenía Loraine. "Deberías ver tu cara perra. ¿Qué pasa?,¿es que le tienes miedo a tu propio esposo?- le decía el, mientras se acercaba a ella y ella se alejaba cada vez más, desde donde estaba podía notar el olor a alcohol que le salía por los poros- ¿Porqué no vienes y me preparas algo de comer? vengo con hambre. Anda, muévete. Sirve de algo. Hace dos días no como casi nada" Una ola de ira corrió por el cuerpo de Loraine, haciéndola cometer un error enorme: "Claro, tienes dos días en el bar, sin siquiera pasar por aquí". Los ojos de su marido se inyectaron de sangre al instante, lo siguiente que vió ella fue su enorme figura corriendo hacia ella, trató de correr hacia la sala, pero él la alcanzó, la tomó por el cuello y alcanzó a levantarla del piso, "Tu no me dices que hacer, puta.¡Yo hago lo que se me da la gana con mi jodida vida! ¡Tu y el cabroncito de tu hijo se quedan afuera de mis asuntos!". Diciéndo ésto la soltó, ella respiró un par de veces, estaba ahogada, sentía el corazón alrededor de su cuello, había dejado una marca. "Es tu hijo también..." alcanzó a articular. Él le dirigió una mirada inquisitiva, Loraine alcanzó a observar que una sonrisa se dibujaba en su rostro, sintió un frío congelante en su nuca. Se levantó a toda prisa, su corazón latía a todo lo que podía, corrió hasta el cuarto de Lucas, pero él no la dejó. Abrió la puerta y escuchó cómo una exclamación vacía salía de sus labios. "¡¡Maldita!! ¿¡Dónde está el niño?!, ¿¡A dónde te lo has llevado?!" La empujó contra la pared y agarró su cara con el dedo indice y el pulgar, presionando cada vez mas fuerte, su aliendo a alcohol pútrido la iba a hacer vomitar. Entonces él rió, "Mejo así, podemos tener un tiempo nosotros, ¿No?- soltó una carcajada-. Anda, vé al cuarto y desvístete, me esperas en la cama". Una sensación de fatiga se instaló en su garganta, estaba apunto de vomitar. "Ni muerta"- respondió ella, y parecía que era ésa la respuesta que él estaba esperando.