miércoles, 17 de noviembre de 2010

De guerras y paz.

Sucede que han pasado los años, pero en mi retina ha quedado grabada la imagen de una pupila que en su profundidad guardaba el azul infinito del horizonte del mar abierto. Sucede que se me han llenado los ojos de ese horizonte y ya no haya como salir de mí. Sucede, también, que se van helando las olas de mi memoria, despacio, en un segundo eterno en el que eran tus ojos el brillo que la luna llena poseía, y veo tu risa, siento tu tacto, escucho tu voz llamándome desde lo más hondo de mi ser, como un grito ahogado que hace eco dentro en mi centro, como mi propia voz, y estremece cada fibra de mi cuerpo.

Sucede que te siento cerca, tan cerca que me duele, tan cerca que no entiendo como es posible que estemos lejos y aún así pueda sentir tu corazón latir en mi pecho. Escucho un suspiro cansado de dar tanta pelea, y sé que eres tu que te alejas, aunque en esa nostálgica lejanía estemos mas juntos de lo que creemos.

Sucede que no me avergüenza saborear las palabras que de mis venas hoy salen, cuando te confieso que eres lo que me mantiene en pie en medio de este campo de guerra, sin importar las heridas, sin importar lo que parezca, porque guardo en mí la fina certeza de que al final estarás esperándome y podré por fin entregarte mi más infinita paz, la que guardo con tanto recelo en mi retina, donde se esconde la inmensidad entera del océano en tu pupila.

martes, 13 de julio de 2010

Lucas IV.

Él conocía gente, tenía mucha actitud y carisma para un muchacho de su edad, se veía decidido lo cual hacía que fuese complicado decir "no" cuando miraba fijo a los ojos y pedía un favor; era el tipo de persona que caminaba con la cabeza en alto y poseía una voz de mando digna de los generales más reconocidos, Lucas no era alguien con quien cualquier abusivo se fuera a meter. A sus trece años tenía un cuerpo definido pues las peleas regulares en su escuela y en la calle donde vivía lo tenían constantemente en entrenamiento. Era de esperarse que en los lugares que frecuentaba hubiese conocido personas con distintos intereses y estilos de vidas, todas bajas, encubiertas e ilegales, pero poco importaba en ése entonces, la policía nunca frecuentaba aquellos sitios y a nadie le interesaba que se supiera lo que pasaba en ése circulo, de modo que resultó sencillo conseguir lo que necesitaba, casi tan sencillo como tomar la desición. Lucas se sentó la noche del 16 de octubre del 2007 en el balcón de su viejo apartamento rentado, no habían muchas estrellas en el cielo, parecía que fuese a llover a torrentes, el olor a cenizas era penetrante, imaginaba que estaban quemando de nuevo el terreno baldío a una cuadra y media de su casa, se pasó las manos por el pelo, se estiró e hizo ademán de respirar profundo. Loraine lo miraba por la puerta transparente, preguntándose qué clase de pensamientos podrían pasar por su cabeza, arrepintiéndose de cada paso de su vida que la llevó a vivir la pesadilla en la que se encontraban; ella nunca culpó a la vida, ni al verdadero padre de Lucas por haberlos abandonado. Se acercó a la ventana de vidrio y dio dos suaves toques, cuando Lucas la hubo mirado ella le hizo señas para que entrara a comer algo, el asintió y entró.


-¿En qué tanto pensabas, hijo?- preguntó Loraine, inclinándonse hacia él para arreglarle el cabello.


-Nada importante mamá, en la vida.


Ella no era ninguna ignorante y conocía a su hijo, sabía qué estaba pasando por su cabeza, sólo estaba esperando a que él se lo dijera. Pensaba en la vida, es cierto, pero específicamente en SU vida.


-No deberías desgastarte pensando ésas cosas, sabes que todo pasará, algún día nos iremos tu y yo muy lejos de aquí y seremos felices, sólo hay que tener fe en Dios, él arreglará todo, ya verás.-Su voz era suave y tenue, pero no alcanzó para controlar la ira de Lucas.


-Dios...- dijo despacio- Si... He rezado, he orado, he llorado para que nos sacara de aquí. Ya van ocho años...¡¡Ocho años rezando para que esta tortura se acabe!!, ¡¿Y sabes qué me pacere?!, ¡¡Creo que Dios también nos abandonó!!....-tomó aire y siguió- Y no lo culpo, ¿sabes porqué?. -Loraine miró al suelo sin saber qué decir-Si fuera Dios ¡¡¡Yo también me hubiera ido hace rato!!!.


-¡¡Deja de decir esas cosas!!, ¡Deberíamos estar agradecidos del techo que ha puesto sobre nuestras cabezas!

-... Y cicatrices en tu cuerpo... Tu podrás, pero yo ya no lo soporto. Es una tortura diaria verte destrozada por ése maldito imbécil.- Lucas emitió un bufido- Dios- dijo, saboreando la palabra.- Ese carajo no pasa por ésta calle, se cubre los ojos cuando te colocas en frente

-¡¡¡Deja ya de hablar así!!!, ¡¿Cómo te atreves a decir esas cosas de Dios?!, ¡Gracias a él estamos vivos!- gritó Loraine con todas sus fuerzas.

-¡¿Entonces a quién culpamos de las cicatrices que traes en tu cuerpo?!, ¡¡¿Del infierno en el que vivimos madre?!!. ¡¡¡¿Dios?!!!, ¡¡YO soy el q va a resolver ésto, estoy cansado!!. ¡¡¡ Ya no más !!!.

Habiendo dicho ésto Lucas se marchó hacia si habitación. Loraine no sabía qué hacer, estaba débil, sentía que sudaba frío y todo su cuerpo temblaba de manera incontrolable. " Vamos, éste no es el momento para que te de un ataque", trató de respirar profundo. " O quizás es justo el momento adecuado". Se dejó caer en una de las sillas de la cocina, estaba completamente desorientada, sólo quería salir huyendo de ahí, sabía que las cosas estaban por empeorar, algo pasaría, Lucas estaba muy alterado y era capaz de hacer cualquier cosa, y ante la idea de lo que podía suceder se sentía más angustiada. Su respiración se agitaba, el sudor corría por su cuerpo y las lágrimas escapaban de sus ojos para morir en sus labios. Muchos eran los errores que había cometido en su vida, pero Lucas sin duda no fue uno de ellos, y no importa qué sucediera, ella siempre estaría de su lado, pasara lo que pasara. Loraine se levantó del asiento, respiró profundo, buscó su rosario y salió al balcón, rezó una hora pidiendo perdon a Dios por lo que su hijo había dicho, por todas las cosas que ella habia hecho, por que guiara a Lucas por un buen camino y que no lo dejara cometer una estupidez que lamentase el resto de sus días. Claramente Dios esa noche estuvo muy ocupado como para escucharla.

Lucas. Parte V.

martes, 4 de mayo de 2010

Lucas. Parte III.

Hay que decir la verdad: Lucas no es el tipo de hombre que mirase al pasado y sonriese, no había mucho por lo que reir. Había vivido en un barrio muy pobre sólo con su madre y un padre que hacía lo que le venía en gana con el cuerpo y alma de quienes en ésa casa habitaban. No habían niños en la calle donde vivían y tampoco iba mucho a la escuela, normalmente sólo asistía los miércoles y jueves, que eran los días en los que su madre se quedaba a descansar en su casa del trabajo y el maltrato de su padre. La mente de Lucas estaba envenenada de todo tipo de imágenes, aromas y sensaciones que jamás debieran siquiera pasar por la imaginación de un niño de esa edad, pero a él le tocó crecer rápido, entender todo la primera vez, ser el hermano, el amigo, el ángel de su madre, Lucas fué el único hombre en la vida de Loraine que verdaderamente la amó.
Ella trabajaba en un bar de mala clase, como mesera. ¿Cómo hacía para que nadie notara los golpes de su marido?, sencillo, él tampoco era tan imbécil, sólo la lastimaba en sitios que ella podía cubrir, como las piernas, el abdomen, los senos, la espalda, etc. Lucas solía pasar noches acostado junto a su madre sólo observando las cicatrices de las heridas e imaginando cómo se debía sentir.
El "Accidente" que hizo a Lucas tomar una desición sucedió a sus 13 años, un sábado por la noche, con las características normales: un azote de puerta, luces titilantes, gritos. Loraine corrió al cuarto de Lucas, le dijo que se escondiera rápido, y él corrió hasta el cuarto de sus padres, se escondió dentro del armario, quería ver lo que sucedía, tener más motivos para llenarse de odio. Su padre ya no gritaba amenazas, las había dejado hace tiempo, cuando se dió cuenta de que le hacía doler más la garganta, que tenía ya muy herida por el cigarrillo, ahora sólo le apuntaba con una nueve milímetros y le decía que cazaría a Lucas y lo mataría antes que a ella, sólo para que pudiera observar su muerte, pero no lo haría sencillo, primero le dispararía varias partes del cuerpo y luego lo mataría. Lucas escuchaba todo esto al tiempo que apretaba su quijada a punto de romper sus dientes. Loraine gritaba, lloraba, gemía de dolor mientras su marido la penetraba. Sentía que todo en ella se rompía, su intimidad, su alma, su cuerpo, todo lo que era él lo destrozaba de la manera más sucia. Lucas observaba todo esto en un estado de shock inminente, no podía creer lo que sus ojos le mostraba, a ratos los cerraba, pero no dejaba de escuchar los gritos de Loraine, quería que todo acabase, pero no había nada que pudiera hacer, al menos no en ése momento, debía esperar, ser fuerte, resistir. De un momento a otro Loraine dejó de gritar y de moverse, respiraba muy poco, él le dió unas cuantas cachetadas, pero ella no reaccionaba. Él se levantó de la cama y susurró para sí " Ahora qué voy a hacer con ésta perra..." lanzó un bufido y se metió al baño. Lucas salió del armario, pálido y asustado como nunca había estado en su corta existencia, sentía que su vida se iba con la de su madre. Sus piernas moradas de los golpes, llenas de sangre que manaba de su vagina rota, de sus muñecas que habían sido atadas a los bordes de la cama, incluso de su nariz por las cachetadas que había recibido. Las lágrimas salían de los ojos de Lucas como nunca, arrodillado junto a su madre, tomándola de la mano no podía comprender cómo era posible todo lo que estaba sucediendo. Derrepente todo tomó colores de pesadilla, olor a irrealidad, sensación de mentira y se levantó, caminó hasta el baño, golpeó la puerta y cuando su padre hubo salido le gritó " La mataste...¡¡¡Hijo de puta!!!, ¡¡¡mataste a mi mamá!!!", todo ésto fué un error, especialmente cuando después de gritarle éso, le escupió en la cara. Su padre, furioso, lo agarró cual pluma ligera y lo arrojó contra la pared. " No te metas en asuntos de mayores cabroncito", le dijo, tomó impulso y le partió la cara del lado de la mejilla derecha. Aún cuando lo conocí se podía ver la cicatriz bien formada a todo lo largo de su rostro. Antes de irse de nuevo su padre le dijo " Regresaré el lunes, espero que me tengan una comida caliente bien preparada". Y sin más se fué.
Tan pronto como pudo Lucas se dió la tarea de buscar algunas toallas mojadas para limpiar el cuerpo ensangrentado de su madre. Seguía respirando, sólo estaba desmayada, el olor a sangre era penetrante pero debía seguir. Haló las sábanas debajo de ella para lavarlas, no podía sopotar ver la misma escena más tiempo. Mientras limpiaba las piernas de su madre pudo ver todo tipo de quemaduras en su vagina, no podía imaginar lo mucho que debía doler, no pasó ninguna toalla por ahí, sólo exprimió agua tibia y limpió la sangre que caía combinada con el agua. Buscó en el baño algo para colocarle, una gasa fue lo único que encontró, por el momento serviría, colocó también un poco de algodón para que no doliera tanto cuando despertara. Ya todo se veía más limpio. Buscó algunas ropas de ella y la vistió en la medida de lo que pudo. Luego, fue nuevamente hasta el baño, vió su rostro, la herida abierta sangraba prominentemente, no haría nada. tomó algunas curas y las cortó en pequeñas tiras, limpió la sangre de su rostro y cerró la herida, cellándola con las tiras de curas que había picado. Caminó hasta la cocina, recogió los platos rotos, preparó algo de comer para él y para su madre, se sentó al borde de la mesa, colocó su cabeza entre sus manos y lloró por su madre, por él, todo lo que sucedía, y por lo que iba a suceder.

sábado, 27 de febrero de 2010

Lucas. Parte II.

"¿Te gusta?" le preguntó mostrándole una pequeña navaja plateada, reluciente. "Te doy dos opciones. Vas, te quitas la ropita, y me esperas sobre la cama- dijo, mientras apretaba la punta de la navaja contra el rostro de Loraine- o te tajo en pedacitos, pero primero a tu pequeño bastardo" volvió a reir. Loraine se dió cuenta de que el nudo que tenía en la garganta le apretaba cada vez más, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas y su corazón latía con una violencia indescriptible, bajo la luz tenue y titilante del pasillo, sentía que estaba por desvanecerse. Bajó la cabeza, su marido se fue al baño, ella aprovechó para correr hacia el cuarto de Lucas, pero no lo encontró. No le preocupaba, sabía que se escondía en la habitación de huéspedes. Fue hasta su cuarto, se miró frente al espejo, su rostro cansado, su mirada perdida, su cuerpo que ya había soportado tantas cosas, y le faltaban tantas más por aguantar, sus pechos perfectos, su piel suave como durazno, sus piernas fuertes, su ombligo, su vientre, su cabello, todo lo que ella era, una hermosa mujer de veintisiete años a la que le arrancaron de su centro todo lo que ella tenía, exepto su hijo, y no iba a dejar que nada pasara. Se echó sobre la cama, y fue cuando lo vio llegar como un perro rabioso, ella trató de pararse pero él la empujó, la agarró por las muñecas y las golpeó contra la cabezera de la cama con suficiente fuerza como para rompérselas. Lanzó un grito ahogado, no podía respirar bien con todo el peso de ése ser sobre ella, y por un segundo lo vió todo como una pelicula, algo extraño, ajeno a ella, las luces se apagaba, pero ella luchaba, lo hacía por su hijo, porque no lo dejaría solo y menos con éste individuo que ahora le quitaba la vida. Trató de hacer fuerza, pero sólo consiguió que él riera y la lastimara más. Fue entonces cuando la penetró, y algo dentro de ella se rompió, el dolor fue suficiente como para hacerla ahogarse entre el grito y el vómito que subió de su estómago como reacción al dolor tan intenso. Algo caliente restabalaba por sus piernas, pero no era líbido, no... olía a sal. Sangraba a chorros, y lloraba de igual manera. " ¿Qué te pasa? ¿Porqué sangras?, ¿Es que no te está gustando?. Bah, no sé porqué no te mato, no me sirves para nada. Mis putas nunca sangran, a ellas les encanta, ¿Porqué a ti no?. Ramera. Debería matarte. Sí... éso debería hacer... es lo que se hacen con las perras como tu que no sirven para nada." Dicho esto se colocó un pantalón y una camisa y salió de su casa a toda marcha. Lucas salió de el lado izquiero de la cama, cuando se fue su padre, se montó en la cama con su madre, quien lloraba desconsoladamente contra una almohada, las sábanas estaban llenas de sangre y él se acostó junto a ella. No entendía bien lo que había pasado, pero si había sangre es porque su padre la había lastimado, y le dolía mucho, porque cuando el se raspaba y sangraba le dolía también mucho. Su madre sangraba por el lugar donde él nació, el la veía y le secaba las lágrimas, le acariciaba el rostro y le decía lo que ella siempre le decía a el para dejar de llorar "Eres muy bonita para llorar, mami." y sabía que éso le hacía bien, porque sonreía, y que su padre le hacía mal, porque la había lastimado, la había hecho llorar y sangrar. Lucas le acariciaba el pelo mientras le decía " No llores, que mi papá ya se fue. No llores mami," Ella sentía sus caricias y cómo secaba sus lágrimas, tomó sus pequeñas manos de ángel entre las suyas y las besó como lo que eran, un milagro.

viernes, 26 de febrero de 2010

Lucas. Parte I .

Para Lucas, su madre era lo más valioso en el mundo, la luz de sus ojos, su risa, su esperanza, era todo lo que amaba y lo que amaría siempre. Y era el eco lejano de su dulce voz lo que lo acogía en las frías noches que pasaba detrás de las rejas,cumpliendo sus veinte años de prisión.

Lucas tenía seis años cuando ocurrió el primer incidente. Estaba muy acostumbrado a la presencia cariñosa de su madre, a su sonrisa eterna, pues siempre estaba con ella, la ayudaba a cocinar, aunque sabía que era un chef un tanto torpe, a su madre nunca le importó, y más de una vez dejó caer un huevo "por accidente" sólo para que ella se acercara a él riendo y le limpiara las manos con la suavidad que tenía. Solían escuchar música juntos y pasar las tardes así, ella leyéndole y él durmiendo, acunado en su pecho, escuchando constantemente el latido de su corazón, para Lucas no había mejor manera de dormir que ésa. Así fue que, una noche de marzo, sucedió: Lucas estaba acostado, abrazado a un viejo oso que tenía desde su nacimiento. Loraine, su madre, lo observaba dormir como un ángel, realmente Lucas era la razón de su existencia, pensaba, mientras le dejaba un beso marcado en la frente. Salió de la habitación con sumo cuidado de no despertarle con los ruidos de la puerta, la cual dejó un poco abierta, para poder escuchar mejor si se despertaba. Loraine caminó hasta la cocina, se sirvió un vaso de agua y se sentó a escribir algunas notas para el día siguiente. Escuchó entonces que la puerta de la cocina que daba al exterior se abría y una figura espectral entraba por ahí, aún llevaba una botella medio llena en su mano derecha, con la izquierda cerró la puerta de un golpe que hizo estremecer la casa entera, él rió ante la expresión asustada que tenía Loraine. "Deberías ver tu cara perra. ¿Qué pasa?,¿es que le tienes miedo a tu propio esposo?- le decía el, mientras se acercaba a ella y ella se alejaba cada vez más, desde donde estaba podía notar el olor a alcohol que le salía por los poros- ¿Porqué no vienes y me preparas algo de comer? vengo con hambre. Anda, muévete. Sirve de algo. Hace dos días no como casi nada" Una ola de ira corrió por el cuerpo de Loraine, haciéndola cometer un error enorme: "Claro, tienes dos días en el bar, sin siquiera pasar por aquí". Los ojos de su marido se inyectaron de sangre al instante, lo siguiente que vió ella fue su enorme figura corriendo hacia ella, trató de correr hacia la sala, pero él la alcanzó, la tomó por el cuello y alcanzó a levantarla del piso, "Tu no me dices que hacer, puta.¡Yo hago lo que se me da la gana con mi jodida vida! ¡Tu y el cabroncito de tu hijo se quedan afuera de mis asuntos!". Diciéndo ésto la soltó, ella respiró un par de veces, estaba ahogada, sentía el corazón alrededor de su cuello, había dejado una marca. "Es tu hijo también..." alcanzó a articular. Él le dirigió una mirada inquisitiva, Loraine alcanzó a observar que una sonrisa se dibujaba en su rostro, sintió un frío congelante en su nuca. Se levantó a toda prisa, su corazón latía a todo lo que podía, corrió hasta el cuarto de Lucas, pero él no la dejó. Abrió la puerta y escuchó cómo una exclamación vacía salía de sus labios. "¡¡Maldita!! ¿¡Dónde está el niño?!, ¿¡A dónde te lo has llevado?!" La empujó contra la pared y agarró su cara con el dedo indice y el pulgar, presionando cada vez mas fuerte, su aliendo a alcohol pútrido la iba a hacer vomitar. Entonces él rió, "Mejo así, podemos tener un tiempo nosotros, ¿No?- soltó una carcajada-. Anda, vé al cuarto y desvístete, me esperas en la cama". Una sensación de fatiga se instaló en su garganta, estaba apunto de vomitar. "Ni muerta"- respondió ella, y parecía que era ésa la respuesta que él estaba esperando.

sábado, 20 de febrero de 2010

En el ojo del huracán.

Una de las cosas que más detesto de la humanidad es que todos necesitan drama para poder vivir. Todos tienen que estar en un estado constante de caos para poder sentirse bien consigo mismos, como una amiga hace poco tiempo me dijo "la tranquilidad está en el ojo del huracán". Pero ¿porqué?, ¿es que acaso sentimos que no merecemos paz verdadera?... No lo sé, pero si hay algo que tengo por cierto es que un ser humano no puede estar mucho tiempo sintiéndose bien, pues tarde o temprano se siente vacío o aburrido, suscede que no pasa nada en su vida que sea interesante, que lo mantenga en la lucha, y tienen que crear problemas de la nada, luego se sienten mal, por haber perdido la felicidad que tenían y adrede, pero cuando eso sucede regresa el equilibrio, no son felices, pero tampoco se aburren de sus vidas, es natural hacerlo, quejarse de la vida perfecta y buscar retos. Entonces, ya que no nos permitimos ser "eternamente felices" supongo que no existe tal cosa como la felicidad, que todo lo que nos han contado sobre las personas que viven "felices para siempre" al final de las historias son sólo eso: cuentos de hadas, y que la realidad de la vida es sencillamente la aventura. Una vez que no hay cambios, retos ni aventura entonces no queda nada, la vida pasa a ser un día eterno que nunca acaba, y entonces la paz empieza a atormentar, el peor ruido pasa a ser el del silencio y tu te conviertes en tu peor enemigo.

domingo, 7 de febrero de 2010

vivo

Amo la manera en la que el sol se despierta perezoso pero diligente todas las mañanas y se oculta feliz al atardecer, vistiendo al cielo de gala para la llegada de su reina. Amo la manera en la que sale la luna de noche acunándome en mis sueños, y amo la forma en la que las estrellas le acompañan. Amo pensar en ésa luna, en todas las lunas, en los planetas que siguen siempre despacito su curso, y en las cosas maravillosas que han pasado junto a ellas, en las estrellas que han visto nacer, morir y renacer. Amo el tiempo, pensar en el pasado y no poder recordarlo y amo la risa de los niños y las nubes de color naranja. Amo imaginarme volando entre ellas, llena de ése color y ser curiosa. Amo, aunque a veces no parezca, la mirada distante de un ser especial. Amo sus caricias y las caricias del viento, sus besos y los besos de la lluvia. Amo un momento de risas y silencios compartidos y de ideas al azar que se encontraron a la vez, saliendo de dos cabezas completamente distintas, la sincronía desorganizada. Amo las veces en las que "nosotros" somos él y yo, amo los misterios, las historias bien contadas, las canciones bien escritas, el amor bien hecho y son éstas ( entre otras ) las cosas que me hacen querer despertarme al día siguiente, saber qué sorpresas traerá el sol consigo, o la luna quizás. Si, son éstas las cosas por las que vivo.
Y hay cosas que quizás no amo tanto. Pero éso ya es otro escrito.

martes, 12 de enero de 2010

Del mundo y de mi.

Me gustaría que fuera un poco más fácil de decir, menos complicado, más sencillo. Me gustaría no necesitar tanto las palabras, no ser tan dependiente de caricias, y aprender a hablar con la mirada. Me gustaría no pensar tanto en vivir, ni vivir analizando la vida, sino vivir sin pensar, sólo por respirar, sólo por un atardecer de colores hermosos, o la promesa de un nuevo amanecer. Me gustaría volver a creer, recuperar ese pequeño pedazo de mi niñez, soñar con cuentos de hadas, imaginar, volar, crear. Me gustaría que desapareciera esa sensación fugaz, taciturna que me asalta a veces, cuando me encuentro conmigo, y me hace sentir que no estoy donde debería estar, o al menos no en el momento en el que debería estar, que sólo molesto, que debería desaparecer. Y me gustaría que esa sensación fuera reemplazada por ése instante mágico del que tanto hablan, sentir que estoy donde debo estar, justo en el momento donde debería estar, en las vidas de las personas que estoy supuesta a estar. Me gustaría mucho, más que nada en el mundo, sentir, aunque sea por un pequeño instante que todo, absolutamente todo, está bien.