miércoles, 17 de noviembre de 2010

De guerras y paz.

Sucede que han pasado los años, pero en mi retina ha quedado grabada la imagen de una pupila que en su profundidad guardaba el azul infinito del horizonte del mar abierto. Sucede que se me han llenado los ojos de ese horizonte y ya no haya como salir de mí. Sucede, también, que se van helando las olas de mi memoria, despacio, en un segundo eterno en el que eran tus ojos el brillo que la luna llena poseía, y veo tu risa, siento tu tacto, escucho tu voz llamándome desde lo más hondo de mi ser, como un grito ahogado que hace eco dentro en mi centro, como mi propia voz, y estremece cada fibra de mi cuerpo.

Sucede que te siento cerca, tan cerca que me duele, tan cerca que no entiendo como es posible que estemos lejos y aún así pueda sentir tu corazón latir en mi pecho. Escucho un suspiro cansado de dar tanta pelea, y sé que eres tu que te alejas, aunque en esa nostálgica lejanía estemos mas juntos de lo que creemos.

Sucede que no me avergüenza saborear las palabras que de mis venas hoy salen, cuando te confieso que eres lo que me mantiene en pie en medio de este campo de guerra, sin importar las heridas, sin importar lo que parezca, porque guardo en mí la fina certeza de que al final estarás esperándome y podré por fin entregarte mi más infinita paz, la que guardo con tanto recelo en mi retina, donde se esconde la inmensidad entera del océano en tu pupila.

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