-Ahora tu dime algo importante.- le dijo entre risas.
-¿Algo como qué?.- preguntó, aún jugando suavemente con su mano a descubrir la de ella.
-Como un secreto...algo que nadie más sepa.
Ella pasaba suaves sus dedos por su piel, encantada por la manera tan fácil en la que se erizaba entero. Ella, curiosa, intentaba descubrirlo, a él le encantaban esos juegos de seducción, el roze de pieles, las caricias, las palabras susurradas, y sobre todo le fascinaba la manera tan inocente que tenía ella de quererlo descubrir, sutil, dulce, perfecta. Él exploraba su cuerpo con extremo detalle, como quien ha descubierto una nueva tierra,mientras se perdía entre sus dunas exquisitas, su piel suave, tersa, le hacía caer en la tentación de dejar a un lado sus manos para que jugaran con las de ella y dejarle el trabajo de exploración a sus labios, de esa manera atrapaba su olor y sabor a la vez. Ella era una diosa de piel radiante y ojos color diamante. Y no pudo hacer sino sonreir ante su pregunta. Obervó por un segundo afuera de la ventana, la luna estaba llena, luego buscó sus ojos nuevamente, subiendo un poco para quedar a la altura ideal. Acercó sus labios a su oído y le dijo entre susurros: "Yo conozco tu secreto...". Apartó las sábanas que los cubrían y sonrió nuevamente ante aquella hermosa visión.
-¿Cuál secreto?.- exclamó ella, sorprendida, buscando sus ojos, extasiada por las maravillas que hacía en ella. Él bajó por su cuerpo, ella sentía sus labios y su respiración en cada poro de su piel, él rozaba su cintura, su cadera, hasta llegar a su muslo, donde había un lunar en forma de dos aros unidos, y allí le estampó un beso. Colocó sus dedos en ése lugar y regresó hasta quedar a la misma altura, la miró a los ojos, él había descubierto a la que había cometido el más grave crimen de la historia, y la tenía ahora entre sus brazos, era de él, toda suya. Dió dos suaves toques con sus dedos al lugar donde los había colocado y le sonrió. Gracias a ella, ya no tendría que estar saltando de piel en piel para descubrir a la ladrona.
- Sé que tu fuiste quien le robó los aros a la luna.
martes, 22 de diciembre de 2009
viernes, 27 de noviembre de 2009
domingo, 8 de noviembre de 2009
Ésta ciudad.
El lugar donde ahora vivo tiene dos facetas intrigantes y a su vez muy simples. Es un lugar de fiestas y de alegría, de gente que sale junta por ahí a conversar, beber algo, olvidar las penas, piensan sólo en el día de hoy, llenándolo así de color y alegría. Pero sólo sucede cuando anochece, de día todo resulta triste. Algo tiene esta ciudad de escalofriante, de lúgubre, de taciturno y sólo se ve a la luz del día, supongo que de noche es mas sencillo ocultarlo todo. Las personas caminan calladas, cabizbajas, como si buscaran en el espacio vacío la respuesta a sus problemas o como si estuvieran todo el tiempo solos, aunque caminen de la mano con otra persona. Aquí los seres andan como almas en pena, evitan saludar y sobre todo mirar a los ojos, como si temieran que al ver en ellos alguien pudiera descubrir sus penas, lo que ellos son en realidad y sacarlos de ese estado semi vivo- semi muerto en el que se encuentran, casi como si revivieran en un par de ojos vivos y prefiriesen seguir muertos, o dormidos. En ésta ciudad ya no sé si yo misma soy parte de la humanidad me he convertido en un fantasma, ¿Cómo saberlo?, nisiquiera cuando tropiezo con alguien me mira. Las personas se evitan, evaden miradas, y todo en el día se ve mas dormido, más anesteciado, más muerto, a la luz del sol el alma de las personas se esconde como si fuesen a quemarse, y lo que se puede ver de las personas es su tristeza y su temor. Pero de noche, cuando ya el sol no alumbra, se sienten seguros, pues bajo el manto de la noche es más fácil existir, como si nadie pudiera verlos y por eso los espíritus de ésas personas se permite salir a jugar, y actúan como lo que son en verdad, sin miedos, contando sus dichas y sus penas en voz alta, sin importancia, pues al día siguiente ya nadie se acordará, ni ellos.
Qué extraño es vivir en Miami.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Al final.
El final fue sublime y nada inesperado
ya todos lo sabían y lo mantenían callado,
no fue de tristezas ni fue de desgarro
no fue de promesas y menos olvidado.
Hubo sonrizas y caricias en vano
miradas que el tiempo se ha llevado.
No cayeron rayos ni sonaron truenos
todo ocurrió perfecto, no hubo estruendos
fue sencillo, en realidad, sólo se apagó el fuego
todo acabó en silencio...
Aunque de las cenizas sabían que quedaba
un nuevo comienzo,
sólo tendrían que encontrar en el viento
el momento correcto.
ya todos lo sabían y lo mantenían callado,
no fue de tristezas ni fue de desgarro
no fue de promesas y menos olvidado.
Hubo sonrizas y caricias en vano
miradas que el tiempo se ha llevado.
No cayeron rayos ni sonaron truenos
todo ocurrió perfecto, no hubo estruendos
fue sencillo, en realidad, sólo se apagó el fuego
todo acabó en silencio...
Aunque de las cenizas sabían que quedaba
un nuevo comienzo,
sólo tendrían que encontrar en el viento
el momento correcto.
viernes, 9 de octubre de 2009
La cancion que nunca escuchaste II.
No te importó, pero no escribo para tí, sino para mí. Adivinas la melodía?
Me siento tan cansada, tan mareada, tan desgastada
de todo este trajín.
Quizás algo utilizada, y aunque ya no quede nada
dime que quieres de mi.
Soy un ave que vaga, inútil por las sombras
sin saber ya de sí
creyendo en una causa entregué mis alas
perdí las esperanzas, me encuentro en una jaula y no sé salir.
Éste es un laberinto, inútil, sin sentido, que no tiene fin
Y buscando la salida, me encuentro en cada esquina
algún minotauro que espera por mí
me cierra las puertas cuando pretendo huír
me coge entre sus brazos y me va confesando
aquellos pecados que un día cometió.
Sólo es un ser arrepentido que busca otro destino
muy lejos de aquí.
Se parece un poco al ser que alguna vez fuí.
Y luego encuentro, después de tanto intento
lo poco que queda de mi
Me veo tan exhausta, taciturna y lastimada
que busco algún sitio ara dormir
Entonces mis manos recorren suavemente
un rostro que no está
Sus brazos me calientan, entibian la noche
Y por fín, puedo morir...
Me siento tan cansada, tan mareada, tan desgastada
de todo este trajín.
Quizás algo utilizada, y aunque ya no quede nada
dime que quieres de mi.
Soy un ave que vaga, inútil por las sombras
sin saber ya de sí
creyendo en una causa entregué mis alas
perdí las esperanzas, me encuentro en una jaula y no sé salir.
Éste es un laberinto, inútil, sin sentido, que no tiene fin
Y buscando la salida, me encuentro en cada esquina
algún minotauro que espera por mí
me cierra las puertas cuando pretendo huír
me coge entre sus brazos y me va confesando
aquellos pecados que un día cometió.
Sólo es un ser arrepentido que busca otro destino
muy lejos de aquí.
Se parece un poco al ser que alguna vez fuí.
Y luego encuentro, después de tanto intento
lo poco que queda de mi
Me veo tan exhausta, taciturna y lastimada
que busco algún sitio ara dormir
Entonces mis manos recorren suavemente
un rostro que no está
Sus brazos me calientan, entibian la noche
Y por fín, puedo morir...
La cancion que nunca escuchaste.
Las cosas que no quiero que sepas de mi las puedo esconder fácilmente. Nunca te darás cuenta de todas aquellas cosas que te he gritado, de las verdades que he dicho y mentiras que he revelado, pues están demaciado bien ocultas. Están todas enfrente de ti. Es así de sencillo, hay cosas que nunca llegarás a saber que pensé de tí, que sentí, que soñé o desprecié con toda mi alma, porque todas están escritas en lugares que tu nunca revisarás. Podrá ser que no te importe mucho que digamos, saber de mí, de lo que pienso, pero si de verdad algún día te interesa, pregunta por mis escritos, que son el legado directo de mi alma y de mi corazon. Y cuando veas que ya no digo nada, que se me han secado las palabras, sé que comenzarás a buscar. Pero también sé que no comenzarás por aquí, que será dentro de mucho tiempo que leerás estas palabras y cuestionarás qué tanto realmente sabías de mí, o que tanto oculté en frente de tus ojos. Así que...
miércoles, 12 de agosto de 2009
Adán y ...¿Eva?
-¿Cómo pudiste hacerme esto?.- preguntó Adán desconcertado.
-Piénsalo...- respondió Eva, entre suspiros, cansada de explicarle todo a Adán.- Tú tomaste por sentado que yo te pertenecía y nunca hiciste nada para tratar de hacerme realmente tuya.
-Pero...- murmuraba Adán, confundido...
-Entonces, - interrumpió Eva, para seguir su explicación- llegó la serpiente y me sedujo, se esforzó por hacerme caer en su trampa, y lo consiguió.
-¡Espera, Eva!, debe haber algo que pueda hacer...
-No te esfuerces, sabes que las cosas no van a funcionar...
-No... tú no puedes dejarme... no puedes hacer eso... Dios sólo hizo una mujer para mí.
-Mira Adán- dijo Eva, en tono cansado- dejémoslo así, ¿vale?, me largo con la serpiente. Disfruta de tu paraíso. Y no te preocupes, seguro Dios podrá hacerte otra mujer, sólo tiene que sacarte una costilla más...
-No será como tú.
-Como sea... Adiós Adán.
-Piénsalo...- respondió Eva, entre suspiros, cansada de explicarle todo a Adán.- Tú tomaste por sentado que yo te pertenecía y nunca hiciste nada para tratar de hacerme realmente tuya.
-Pero...- murmuraba Adán, confundido...
-Entonces, - interrumpió Eva, para seguir su explicación- llegó la serpiente y me sedujo, se esforzó por hacerme caer en su trampa, y lo consiguió.
-¡Espera, Eva!, debe haber algo que pueda hacer...
-No te esfuerces, sabes que las cosas no van a funcionar...
-No... tú no puedes dejarme... no puedes hacer eso... Dios sólo hizo una mujer para mí.
-Mira Adán- dijo Eva, en tono cansado- dejémoslo así, ¿vale?, me largo con la serpiente. Disfruta de tu paraíso. Y no te preocupes, seguro Dios podrá hacerte otra mujer, sólo tiene que sacarte una costilla más...
-No será como tú.
-Como sea... Adiós Adán.
viernes, 31 de julio de 2009
palabras suicidas
Apenas me voy dando cuenta de la necesidad extraña que ha florecido en mis entrañas, adhiriéndose a mis palabras; es ésta necesidad loca de finalmente, ser escuchadas. Una necesidad sin motivos, sin excusas ni porqués, pero a fin de cuentas una necesidad real, lastimosamente es también una necesidad suicida, pues decidió adherirse precisamente a las palabras que nunca conseguirán vivir, aquellas que nacieron en mi corazón, se anidaron en mis ojos y un buen día decidieron arriesgarse, escucharon que había un corazón muy cercano y dispuesto a darles cobijo, cuando habían decidido salir, mi orgullo trató de atraparlas, pero no pudo, siguieron su camino por mi garganta hasta que se tropezaron con mis dudas, éstas atraparon uno que otro respiro, pero las palabras siguieron adelante, algo cansadas, pero siguieron; luego, ya cuando estaban por llegar a mi boca se encontraron con mis miedos, quienes rodearon a las palabras, capturando algunas y matándolas, las demás lucharon con todas sus fuerzas, ellas debían sobrevivir, venían del corazón, y los nacidos del corazón siempre sobreviven, pero en el corazón nunca habían escuchado hablar de los de la cabeza, que eran tan fuertes como ellos. La lucha fue larga y extenuante, mis palabras no consiguieron derrotar a mis miedos, quienes cuando se sintieron agotados decidieron marcharse, dejando a las palabras que habían sobrevivido en agonía, la mayoría de ellas murieron, pero dos palabras, más jóvenes y fuertes consiguieron escapar, y ahora anidan en tu corazón, lo sé porque me lo ha dicho tu mirada, y sé que el "te amo" que consiguió escapar de mi orgullo, de mis dudas y de mis miedos esta muy bien cuidado ahí. Y con respecto a mis demás palabras y a mi necesidad extraña y suicida, sigue ahí, filtrándose por mis entrañas, recorriendo mi cuerpo, en mi sangre, en mis ojos y en mi corazón. Para salir sólo necesita un poco de ayuda con mis miedos, que habitan en mi cabeza, y para éso no hay mejor medicina que las palabras que nacen en tu corazón, que entran por mis oídos y llegan directo a mi mente, atacando a los miedos, a la duda y al orgullo, facilitando así la salida para mis demás palabras, que sólo son mensajeras de las necesidades extrañas, locas, y suicidas de mi corazón en su delirio de acoger en él palabras que hayan nacido en tí. A ese intercambio de palabras, mi corazón le llama "amor".
lunes, 27 de julio de 2009
Joey
Teresa vivía muy sola, hasta que conoció a su mejor amigo: Joey. Se conocieron una preciosa tarde de abril en la que la pequeña Teresa, inquieta y curiosa, había decidido ir al parque que quedaba al cruzar su casa. Ella tenía seis años y adoraba los colores, le gustaba vestirse sola y generalmente se colocaba encima una falda celeste, una camisa naranja, una bufanda morada y zapatillas blancas, porque eran los colores del atardecer.A su madre le tenía sin cuidado lo que Teresa se pudiera colocar, le gustaba que mostrara independencia, pero Teresa tenía un problema. Muchos psicologos ya la habían visto, y todos concordaban con que Teresa presentaba un principio extraño de esquizofrenia, ésto lo adjudicaban a la situación que había vivido hace algunos meses con su padre, quien llegaba borracho cada noche y maltrataba a su madre frente a Teresa, lo cual le causó un trauma tal que hizo que la pequeña necesitara refugiarse en un mundo más seguro, y ahí comenzó el principio de esquizofrenia. Dijeron que pasaría si la llevaba diariamente a tomar aire, si tenía actividad física adecuada y mejoraría con la presencia de amiguitos, pero ella siempre veía a su hija igual, no sucedía ninguna mejora. Iban diariamente al parque, Teresa se llevaba un libro y se metía en algun juego a leer, nunca la veía, pero con la certeza de que estaba ahí le bastaba. Deseaba que su hija hiciera algún amigo, hasta que Teresita decidió presentarle a Joey.
Era el cielo en la tarde, era el viento, era el sol y la luna, todo era ella, y le gustaba que la gente lo viera, y porqué no? que todos fueran también cielo de tarde y viento, y sol y luna, no entendía porqué a las personas no les gustaba ser algo tan hermoso y decidían ser algo aburrido todo el tiempo. Si, la gente en la calle, en la tele, en todas partes era aburrida, y eso a ella le aburría y nadie se daba cuenta. Entonces ella sería el mar, y las montañas, y los ríos y el fuego también, para que la gente viera qué hermoso era y fueran también parte del mundo, de ese modo serían felices como ella. Aunque no iba a mentir, a veces ser el mundo ella sola era aburrido. Se vistió de atardecer esa tarde, agarró un libro de esos que su madre le había traído, y fue al parque a leer con ella.
-¿Porqué estás triste?, eres un atardecer muy bonito.- le dijo el niño de ojos oscuros mientras se sentaba junto a ella, dentro de un túnel en los juegos.
Era la primera vez que alguien se daba cuenta que ella era un atardecer, sintió una briza fresca correr por dentro e invitó al niño a quedarse con ella, y se puso contenta de haber encontrado por fin a alguien que la entendiera, y que viera lo que ella era en verdad. Joey era su nombre, y vestía como el fuego. Teresa le enseñó el libro que estaba leyendo, para que leyeran juntos, pero Joey no sabía leer. Aunque sí conocía mil historias fascinantes, eran cuentos hermosos que hechizaban a Teresa y la hacían querer quedarse por siempre junto a Joey escuchándolo. Al lado de sus historias, los libros que le traía su madre le parecían como las demás personas: aburridos.
Pasó un mes, Teresita iba todos los días a hablar con Joey, ya él se había convertido en su mejor amigo. A veces se vestía de cielo de noche y se dibujaba estrellas en los brazos y en la cara con pintura blanca, o se vestía de tormenta y se hacía puntos azules para simular la lluvia, otras veces se vestía de combinaciones de elementos, para que Joey no adivinara, pero siempre lo conseguía. Su madre le había dicho que debía presentarle a sus amigos, así que cuando pasó ese mes, Teresa decidió que su madre debía conocer a Joey, y porsupuesto, a él le encantó la idea de conocer a la mamá del cielo más hermoso que había visto. Teresita tomó de la mano a Joey y caminaron hasta su madre. Ella levantó la mirada al ver a su hija acercarse, le preguntó si ya estaba lista para irse.
-Mamá, quiero que conozcas a mi mejor amigo.- dijo la pequeña
-¡Muy bien!- respondió ilusionada- ¿Dónde está?
-...Mamá... está aquí junto a mí.- Sonrió- Se llama Joey, y cuenta unos cuentos muy bonitos, me gusta mucho escucharlo.- su madre la miraba estupefacta, sin decir una palabra, no sabía cómo reaccionar- ¡y él también es algo, como yo!.
Su madre la agarró por el brazo "Despídete de tu amigo, nos vamos a la casa". Teresa miró a Joey y con la mano le dijo adiós. Es que no le había caído bien Joey a su madre?, nisiquiera lo había visto. No importaba, siempre que pudiera seguir llendo al parque a verlo todo estaba perfecto.
Al día siguiente Teresita se vistió de tormenta, estaba molesta con su madre y esperaba que Joey le contara alguna de sus historias mágicas para hacerla sentir mejor, pero no pudo llegar al parque. En la entrada de su casa habían unas personas y una camioneta grande y blanca. Venían por ella, lo sabía. Pudo reconocer a un señor que vestía de blanco, como nube, y que le había mandado a tomarse unas pastillas que sabían terrible todas las mañanas, no le caía bien, y no le gustaba cómo miraba a su madre. No salió de su habitación, estaba observando desde la ventana lo que se sucedía en la entrada de su casa, estaba su madre conversando con éste señor, ella se veía triste y él preocupado. Hablaban de ella, estaba enferma, ya se lo habían dicho, aunque ella se sentía bien. Decían que lo que ella veía y soñaba no era real, que ella no podía ser viento ni tarde, ni estrellas ni luna, que debía ser justo como todos los demás, y no conseguía entender el porqué, qué tenía de bueno ser igual a todos, triste y aburrido, ella era feliz siendo lo que era y debía dejar de serlo porque a un señor vestido de nube no le gustaba la idea. Pero no debía entristecer, ella podía ser quien era con Joey, y él la entendía. Sonrió triunfante ante la idea y se maquilló las mejillas de naranja, diciendo que era el sol que salía después de la tormenta, a Joey le encantaría la idea. Bajó las escaleras, su madre la estaba esperando.
-Mamá, voy al parque un rato, Joey me está esperando.
-Tere...Tienes que ir con éste señor.- en ese momento dos manos frías le agarraron los brazos, estaba asustada, se dió la vuelta y era el mismo señor nube de las pastillas horribles.
-Suélteme, porfavor...- susurraba como briza Teresita, cabizbaja, pues sabía lo que estaba por pasar. No la dejarían ir.
Montaron a la pequeña Teresa en la camioneta, su madre se quedó en su casa, llorando por el fracaso que había sido como madre, como esposa, como mujer. Mientras tanto Teresa llovía como tormenta, las lágrimas borraban el color naranja de sus mejillas. El señor nube trató de secar sus lágrimas, pero ella apartó el rostro.
-Las nubes como usted- dijo Teresa- son las primeras en desaparecer.
Sintió un pinchazo en el brazo derecho, y pocos minutos después Teresa se durmió. Al despertar estaba en una habitación blanca, horrible y triste, y ella no vestía de atardecer ni de tormenta, ni de fuego como Joey, vestía de nube, como el señor que la había hecho dormir, y sintió miedo, pues ahora estaba vestida como todos los demás y ya nadie vería que ella era diferente, que era el mundo, y echó a llorar. Pero a los pocos minutos se contentó, pues sólo necesitaba de viento para desaparecer, y de esa manera ella escaparía y volvería junto a Joey. Pero nadie podía verla, porque en ése lugar ella no podía ser feliz, ni ser nada que no fuera una persona como las demás, una nube triste y aburrida, y si la veían no la dejarían ir . Escaparía en ése mismo momento. Abrió la puerta de la habitación y corrió a lo largo del pasillo, pasando muchas puertas iguales y viendo a muchas niñas como ella vestidas de nube que miraban al vacío y lloraban; no sabía en qué clase de lugar de pesadilla estaba, pero ya faltaba poco para salir. Subió unas escaleras, debía llegar al techo, donde hacía más viento, eran muchos los escalones, pero cuando finalmente consiguió subir abrió la puerta y observó los edificios que la rodeaban, el viento soplaba con fuerza, estaba perfecto, ya pronto se iría. Se acercó a la esquina y extendió sus brazos, cerró los ojos y esperó a que el viento se la llevara, pero no sucedía nada. Unas manos frías la agarraron de nuevo, sintió otro pinchazo, luchó con todas sus fuerzas para salvarse, no quería dormir, no quería estar allí. Joey... dónde estaba Joey?... Cuando abrió los ojos de nuevo en su habitación, todo estaba bien. Sintió un extraño vacío, algo no concordaba, pero eran bobadas, todo estaba bien.
- ¿Cómo te llamas?- preguntó una voz lejana, de mujer.
- Teresa.
- ¿Reconoces el nombre de Joey?.- El corazón de Teresa empezó a latir con fuerza...pero no lograba recordar...
- No...
- ¿Qué eres?- volvió a preguntar. Y de nuevo el corazón de Teresa dió un vuelco, lo sintió trotar en su pecho, pero no sabía porqué.
- Una persona.
Su madre la fué a recoger, después de un año sin verla las mejoras debían ser notables. Teresa se colocó unas ropas rosadas que le trajo su madre, acomodó sus pertenencias dentro de una maleta negra y salió agarrada de su mano. Observó el cielo sin mayor admiración, las personas en la calle eran las mismas, nada había cambiado. No sabía cuánto tiempo había estado ahí, parecía una semana, o un mes, y no un año.
Teresa tenía los ojos vacíos, no sonreía, no se vestía de colores, no era feliz. A causa de eso, su madre había empezado a desarrollar una depresión que sólo podía controlar con medicamentos. Una tarde decidió vestirla de amarillo, como si fuera el sol, y la llevó al parque, tenía la esperanza de que volvería a encontrar a su amigo imaginario Joey y que volvería a sonreir, que su hija sería de nuevo feliz, como antes. Pero Joey nunca llegó. Se sentó en el columpio y su madre la comenzó a meser. Veía a lo lejos las nubes blancas, y cómo se iban con el viento, y por fin sonrió. No sabíá porqué, pero sonrió.
- ¿En qué piensas, hija?
- En que cuando las nubes blancas se las lleva el viento, se transforman en cielo, y son atardecer, y tormenta, y lluvia, y aire y... fuego...- dijo, sintiendose mareada, entonces recordó que ésas cosas no eran reales, que era pura imaginación, y debía dejarlo, porque sino el señor de blanco volvería y la haría sentir mal, la amarrarían de nuevo a una camilla y la golpearía mil veces sin usar las manos, sino con una cosa llamada electricidad.- Mamá, ya me quiero ir.
Joey no volvió, y los ojos de Teresa no se volvieron a llenar. Las personas normales no tienen los ojos llenos, no son atardecer, ni mar, ni nada. No son nada. Y ahora Teresa tampoco lo era... esperaba no volver a serlo jamás.
Era el cielo en la tarde, era el viento, era el sol y la luna, todo era ella, y le gustaba que la gente lo viera, y porqué no? que todos fueran también cielo de tarde y viento, y sol y luna, no entendía porqué a las personas no les gustaba ser algo tan hermoso y decidían ser algo aburrido todo el tiempo. Si, la gente en la calle, en la tele, en todas partes era aburrida, y eso a ella le aburría y nadie se daba cuenta. Entonces ella sería el mar, y las montañas, y los ríos y el fuego también, para que la gente viera qué hermoso era y fueran también parte del mundo, de ese modo serían felices como ella. Aunque no iba a mentir, a veces ser el mundo ella sola era aburrido. Se vistió de atardecer esa tarde, agarró un libro de esos que su madre le había traído, y fue al parque a leer con ella.
-¿Porqué estás triste?, eres un atardecer muy bonito.- le dijo el niño de ojos oscuros mientras se sentaba junto a ella, dentro de un túnel en los juegos.
Era la primera vez que alguien se daba cuenta que ella era un atardecer, sintió una briza fresca correr por dentro e invitó al niño a quedarse con ella, y se puso contenta de haber encontrado por fin a alguien que la entendiera, y que viera lo que ella era en verdad. Joey era su nombre, y vestía como el fuego. Teresa le enseñó el libro que estaba leyendo, para que leyeran juntos, pero Joey no sabía leer. Aunque sí conocía mil historias fascinantes, eran cuentos hermosos que hechizaban a Teresa y la hacían querer quedarse por siempre junto a Joey escuchándolo. Al lado de sus historias, los libros que le traía su madre le parecían como las demás personas: aburridos.
Pasó un mes, Teresita iba todos los días a hablar con Joey, ya él se había convertido en su mejor amigo. A veces se vestía de cielo de noche y se dibujaba estrellas en los brazos y en la cara con pintura blanca, o se vestía de tormenta y se hacía puntos azules para simular la lluvia, otras veces se vestía de combinaciones de elementos, para que Joey no adivinara, pero siempre lo conseguía. Su madre le había dicho que debía presentarle a sus amigos, así que cuando pasó ese mes, Teresa decidió que su madre debía conocer a Joey, y porsupuesto, a él le encantó la idea de conocer a la mamá del cielo más hermoso que había visto. Teresita tomó de la mano a Joey y caminaron hasta su madre. Ella levantó la mirada al ver a su hija acercarse, le preguntó si ya estaba lista para irse.
-Mamá, quiero que conozcas a mi mejor amigo.- dijo la pequeña
-¡Muy bien!- respondió ilusionada- ¿Dónde está?
-...Mamá... está aquí junto a mí.- Sonrió- Se llama Joey, y cuenta unos cuentos muy bonitos, me gusta mucho escucharlo.- su madre la miraba estupefacta, sin decir una palabra, no sabía cómo reaccionar- ¡y él también es algo, como yo!.
Su madre la agarró por el brazo "Despídete de tu amigo, nos vamos a la casa". Teresa miró a Joey y con la mano le dijo adiós. Es que no le había caído bien Joey a su madre?, nisiquiera lo había visto. No importaba, siempre que pudiera seguir llendo al parque a verlo todo estaba perfecto.
Al día siguiente Teresita se vistió de tormenta, estaba molesta con su madre y esperaba que Joey le contara alguna de sus historias mágicas para hacerla sentir mejor, pero no pudo llegar al parque. En la entrada de su casa habían unas personas y una camioneta grande y blanca. Venían por ella, lo sabía. Pudo reconocer a un señor que vestía de blanco, como nube, y que le había mandado a tomarse unas pastillas que sabían terrible todas las mañanas, no le caía bien, y no le gustaba cómo miraba a su madre. No salió de su habitación, estaba observando desde la ventana lo que se sucedía en la entrada de su casa, estaba su madre conversando con éste señor, ella se veía triste y él preocupado. Hablaban de ella, estaba enferma, ya se lo habían dicho, aunque ella se sentía bien. Decían que lo que ella veía y soñaba no era real, que ella no podía ser viento ni tarde, ni estrellas ni luna, que debía ser justo como todos los demás, y no conseguía entender el porqué, qué tenía de bueno ser igual a todos, triste y aburrido, ella era feliz siendo lo que era y debía dejar de serlo porque a un señor vestido de nube no le gustaba la idea. Pero no debía entristecer, ella podía ser quien era con Joey, y él la entendía. Sonrió triunfante ante la idea y se maquilló las mejillas de naranja, diciendo que era el sol que salía después de la tormenta, a Joey le encantaría la idea. Bajó las escaleras, su madre la estaba esperando.
-Mamá, voy al parque un rato, Joey me está esperando.
-Tere...Tienes que ir con éste señor.- en ese momento dos manos frías le agarraron los brazos, estaba asustada, se dió la vuelta y era el mismo señor nube de las pastillas horribles.
-Suélteme, porfavor...- susurraba como briza Teresita, cabizbaja, pues sabía lo que estaba por pasar. No la dejarían ir.
Montaron a la pequeña Teresa en la camioneta, su madre se quedó en su casa, llorando por el fracaso que había sido como madre, como esposa, como mujer. Mientras tanto Teresa llovía como tormenta, las lágrimas borraban el color naranja de sus mejillas. El señor nube trató de secar sus lágrimas, pero ella apartó el rostro.
-Las nubes como usted- dijo Teresa- son las primeras en desaparecer.
Sintió un pinchazo en el brazo derecho, y pocos minutos después Teresa se durmió. Al despertar estaba en una habitación blanca, horrible y triste, y ella no vestía de atardecer ni de tormenta, ni de fuego como Joey, vestía de nube, como el señor que la había hecho dormir, y sintió miedo, pues ahora estaba vestida como todos los demás y ya nadie vería que ella era diferente, que era el mundo, y echó a llorar. Pero a los pocos minutos se contentó, pues sólo necesitaba de viento para desaparecer, y de esa manera ella escaparía y volvería junto a Joey. Pero nadie podía verla, porque en ése lugar ella no podía ser feliz, ni ser nada que no fuera una persona como las demás, una nube triste y aburrida, y si la veían no la dejarían ir . Escaparía en ése mismo momento. Abrió la puerta de la habitación y corrió a lo largo del pasillo, pasando muchas puertas iguales y viendo a muchas niñas como ella vestidas de nube que miraban al vacío y lloraban; no sabía en qué clase de lugar de pesadilla estaba, pero ya faltaba poco para salir. Subió unas escaleras, debía llegar al techo, donde hacía más viento, eran muchos los escalones, pero cuando finalmente consiguió subir abrió la puerta y observó los edificios que la rodeaban, el viento soplaba con fuerza, estaba perfecto, ya pronto se iría. Se acercó a la esquina y extendió sus brazos, cerró los ojos y esperó a que el viento se la llevara, pero no sucedía nada. Unas manos frías la agarraron de nuevo, sintió otro pinchazo, luchó con todas sus fuerzas para salvarse, no quería dormir, no quería estar allí. Joey... dónde estaba Joey?... Cuando abrió los ojos de nuevo en su habitación, todo estaba bien. Sintió un extraño vacío, algo no concordaba, pero eran bobadas, todo estaba bien.
- ¿Cómo te llamas?- preguntó una voz lejana, de mujer.
- Teresa.
- ¿Reconoces el nombre de Joey?.- El corazón de Teresa empezó a latir con fuerza...pero no lograba recordar...
- No...
- ¿Qué eres?- volvió a preguntar. Y de nuevo el corazón de Teresa dió un vuelco, lo sintió trotar en su pecho, pero no sabía porqué.
- Una persona.
Su madre la fué a recoger, después de un año sin verla las mejoras debían ser notables. Teresa se colocó unas ropas rosadas que le trajo su madre, acomodó sus pertenencias dentro de una maleta negra y salió agarrada de su mano. Observó el cielo sin mayor admiración, las personas en la calle eran las mismas, nada había cambiado. No sabía cuánto tiempo había estado ahí, parecía una semana, o un mes, y no un año.
Teresa tenía los ojos vacíos, no sonreía, no se vestía de colores, no era feliz. A causa de eso, su madre había empezado a desarrollar una depresión que sólo podía controlar con medicamentos. Una tarde decidió vestirla de amarillo, como si fuera el sol, y la llevó al parque, tenía la esperanza de que volvería a encontrar a su amigo imaginario Joey y que volvería a sonreir, que su hija sería de nuevo feliz, como antes. Pero Joey nunca llegó. Se sentó en el columpio y su madre la comenzó a meser. Veía a lo lejos las nubes blancas, y cómo se iban con el viento, y por fin sonrió. No sabíá porqué, pero sonrió.
- ¿En qué piensas, hija?
- En que cuando las nubes blancas se las lleva el viento, se transforman en cielo, y son atardecer, y tormenta, y lluvia, y aire y... fuego...- dijo, sintiendose mareada, entonces recordó que ésas cosas no eran reales, que era pura imaginación, y debía dejarlo, porque sino el señor de blanco volvería y la haría sentir mal, la amarrarían de nuevo a una camilla y la golpearía mil veces sin usar las manos, sino con una cosa llamada electricidad.- Mamá, ya me quiero ir.
Joey no volvió, y los ojos de Teresa no se volvieron a llenar. Las personas normales no tienen los ojos llenos, no son atardecer, ni mar, ni nada. No son nada. Y ahora Teresa tampoco lo era... esperaba no volver a serlo jamás.
sábado, 11 de julio de 2009
Sofía.
Sofía tiene los labios de azúcar y miel, el par de labios más dulces que puedan haber.
Ya ha tenido problemas en la escuela, dicen que duerme demaciado, pero a ella no le importa, sólo quiere ser feliz. Sofía cierra los ojos y la aventura comienza. Cuando las voces se vuelven lejanas y terminan apagándose puede abrir los ojos con confianza pues sabe que ha llegado. Sofía pertenece a ese lugar, su piel es de arena, su aliento del aire más puro que pueda haber, ése que se respira en aquel paraíso, sus ojos tienen el color y la inmensidad del cielo, y su corazón es del tamaño del horizonte al que ella llama "hogar". Camina por la orilla, mojando sus pies con el agua cálida, piensa que es más plácido al atardecer, que el agua esta más calma, así que siempre es de atardecer, puede ver la luna saliendo por el este, pero el sol nunca se termina de poner al oeste, es perfecto, y Sofía sonríe mostrándole al mar sus preciosos dientes color perla. Se acuesta a la orilla, deja que las olas besen su cuerpo, desea con toda su alma ser parte de aquello, pero no puede, sabe que pronto va a despertar. Mira al cielo, y siente algo entre sus pies que el vaivén del agua se encarga de posar en sus manos, ella lo analiza con curiosidad, un regalo del mar, piensa, es hermoso, de colores brillantes, sigue jugando con su regalo, hasta que siente calor en un dedo, se ha pinchado, pero no le duele, sus manos son de arena y su cuerpo es lentamente arrastrado por el mar, se transforma en playa, ahora es parte del mar, pero Sofía sigue allí. El mar salado la contempla con incredulidad, no sabe qué podrá ser aquello echado en sus orillas, pero no le agrada el olor dulce que emana de sus labios y se mantiene alejado de ella. Y sin el beso del mar Sofía no puede despertar.
Ya ha tenido problemas en la escuela, dicen que duerme demaciado, pero a ella no le importa, sólo quiere ser feliz. Sofía cierra los ojos y la aventura comienza. Cuando las voces se vuelven lejanas y terminan apagándose puede abrir los ojos con confianza pues sabe que ha llegado. Sofía pertenece a ese lugar, su piel es de arena, su aliento del aire más puro que pueda haber, ése que se respira en aquel paraíso, sus ojos tienen el color y la inmensidad del cielo, y su corazón es del tamaño del horizonte al que ella llama "hogar". Camina por la orilla, mojando sus pies con el agua cálida, piensa que es más plácido al atardecer, que el agua esta más calma, así que siempre es de atardecer, puede ver la luna saliendo por el este, pero el sol nunca se termina de poner al oeste, es perfecto, y Sofía sonríe mostrándole al mar sus preciosos dientes color perla. Se acuesta a la orilla, deja que las olas besen su cuerpo, desea con toda su alma ser parte de aquello, pero no puede, sabe que pronto va a despertar. Mira al cielo, y siente algo entre sus pies que el vaivén del agua se encarga de posar en sus manos, ella lo analiza con curiosidad, un regalo del mar, piensa, es hermoso, de colores brillantes, sigue jugando con su regalo, hasta que siente calor en un dedo, se ha pinchado, pero no le duele, sus manos son de arena y su cuerpo es lentamente arrastrado por el mar, se transforma en playa, ahora es parte del mar, pero Sofía sigue allí. El mar salado la contempla con incredulidad, no sabe qué podrá ser aquello echado en sus orillas, pero no le agrada el olor dulce que emana de sus labios y se mantiene alejado de ella. Y sin el beso del mar Sofía no puede despertar.
jueves, 25 de junio de 2009
Difuminar
"¡Espera un momento!, ¡no te vallas!" le gritaba con fuerza, haciendo uso de las esperanzas que le quedaban, ésas que tenia guardadas entre el cuello y el corazón para casos de emergencia como éstos. "Puedo explicarlo, podemos arreglarlo... por favor, espera...no te vallas..."
Pero ya su reflejo se habia ido para nunca regresar.
Pero ya su reflejo se habia ido para nunca regresar.
sábado, 30 de mayo de 2009
Aprender
De la vida, el mundo, el universo y la gente sé muy poco, no podría compararme con nadie por ende no sé ni cuánto sé, pero tomando en cuenta la cantidad de personas, la cantidad de pensamientos y la cantidad de secretos y misterios podría atreverme a decir que realmente sé nada, así que no me pidas que te enseñe sobre la vida, porque no sé qué enseñar, pero sé aprender y he aprendido una que otra cosilla. Me encuentro a veces vagando, sintiéndome ajena, como una completa extraña en un mundo en el que sólo está de visita, consigo diferente tipo de cosas de diferente colores, formas y tamaños y se me hace increíble, veo que la gente planifica un "futuro"que no existe y se mortifican por eso, no consigo entender pues según yo lo veo sólo tenemos el día de hoy, no planifico futuros, no llegan nunca, sólo pretendo sobrevivir éste día, sacarle algo positivo y así creo mi vida, que consta de 24 horas eternas en las que el sol nace, consigue su apogeo, muere y revive. Puedo agregar otra cosa, no esperar nada sino lo inesperado, no hacerse ideas y aferrarse a ellas ni cuestionarse sobre el futuro, hemos quedado en que no existe ¿verdad?, si esperas algo y no se sucede te sentirás muy mal y desilucionado, espera lo seguro, algo que sabes que no va a fallar; yo, por mi parte, espero el cambio, no se si sea mejor o peor, pero sé que vendrá, no se como ni cuando pues tiene a tendenia a disfrazarse, puede ser un pajarito emprendiendo vuelo, una pelota que se le ha perdido un niño, un encuentro casual con algún viejo amigo, es cosa de mantener los ojos abiertos, al igual que el alma. Y respirar. Creo que por el momento éso es todo lo que he aprendido de la vida, cuando sepa algo nuevo te lo diré ¿bueno?...¿Qué dices?...¿amar?...no, eso nadie lo aprende, se sabe desde un principio, tu sólo me lo has recordado. Jajaja, eso si lo sabes hacer muy bien ¿no?
jueves, 21 de mayo de 2009
Diez Lunas
¿Cómo pudiste creer que el cielo se terminaba ahí?. Me has desepcionado por completo, todo lo que te he enseñado y aún así no viste más allá. He estado mucho tiempo tratando de guiarte, y nunca te he impuesto nada, todo lo has aceptado porque así lo quisiste, no te obligué a creer y tu creíste, entonces ¿qué pasó?, no consigo entender... tú me decías que harías de cada día el descubrimiento, el milagro que era, que perseguirías tus sueños así te llevaran a donde acaba el mundo, seguirías tus instintos y te entregarías a la vida. Alguna vez me mencionaste que querías un velero, que querías llegar al cielo y habitar en las nubes, y lo conseguías en sueños. Estabas tan alegre que te creí. Hasta que hiciste esa pregunta... "¿porqué sólo hay una luna?". Ya deberías saberlo. Es que hay que cerrar los ojos para ver las demás, porque es mucha la luz que reflejan todas las lunas de todos los soles que hay, y sólo de esa manera los podemos ver. Así que ya respondí tu patética pregunta, la próxima vez responde tu, que sabes tanto como yo, y ahórrame la desepcion.
-No tenías que molestarte tanto por esa pregunta. Cómo eres de sencible.
-Ya puedes dejar el temita.
-Está bien. ¿Será que puedo hacer otra pregunta, Señora Sencibilidad?
-¿Qué te acabo de decir?... No te rías, no es de chiste.
-Ay... ¿Cúantas lunas hay en tí?
-Diez son las que llevo hasta ahora. ¿Qué tal en tí?
-Ha de ser mucha la luz.
-¿Porqué?
-Es que aún no veo la primera.
-No tenías que molestarte tanto por esa pregunta. Cómo eres de sencible.
-Ya puedes dejar el temita.
-Está bien. ¿Será que puedo hacer otra pregunta, Señora Sencibilidad?
-¿Qué te acabo de decir?... No te rías, no es de chiste.
-Ay... ¿Cúantas lunas hay en tí?
-Diez son las que llevo hasta ahora. ¿Qué tal en tí?
-Ha de ser mucha la luz.
-¿Porqué?
-Es que aún no veo la primera.
jueves, 23 de abril de 2009
En un bar.
"¡Anda!, ¡Ve! " le gritaban sus amigas al unánime. Se encontraban esa noche en un lugar de poesía que a su vez era un bar, es decir, quien quisiera podía subir y declamar alguna poesía suya, quienes iban a ese sitio era sólo para eso, para compartir poesía, alguna experiencia vivida, un mal trago, en fin, cosas de esas que pudren el alma. Ella había salido con sus amigas, ellas habían ido sólo a beber, ninguna era poeta excepto ella, la habían llevado sólo para molestarla, ellas sabían que no le gustaba hablar en público, se trababa entera, los nervios le carcomían por dentro y le tragaban la voz, pero ellas seguían insistiendo y ella rehusándose, hasta que comenzaron a aplaudir y a llamarla por su nombre. Derrepente todo el salón estaba aplaudiendo por ella, no había bebido suficiente como para aventurarse, entre dos amigas la levantaron y antes de que pudiera notarlo la habían arrastrado hacia el escenario, el cual era pequeño pero intimidante. Las miradas se posaron todas sobre ellas, esperando una obra maestra saliendo de sus labios, ella no tenía ninguna idea en ése momento, estaba completamente en blanco, una luz apuntaba directamente a ella, sólo quería que se apagara y desaparecieran todos, empezando por sus amigas. Entonces apareció él, ella lo miró y él sonrió, le hizo un gesto con las manos para que respirara, cerró los ojos y sintió el aire entrar en sus pulmones, juraría que sintió su aroma y sonrió aliviada, el miedo se iba lentamente, los nervios desaparecían, lo sentía cerca y se tranquilizaba su alma inquieta. Comenzó a relatar.
-Ante la lluvia encontré mi refugio. Ante el miedo mi seguridad. Ante la ira mi descanso. Ante la rutina mi cambio. Ante la guerra mi paz. Ante la paz, mi guerra. No sabía a dónde ir y encontré mi camino. Sentí frío y encontré calor, soledad y hallé compañía. En la noche oscura, justo cuando me había resignado no ver nunca luz, vizlumbré una estrella, se hizo el amanecer y nació el día, ví un sol. Dime... ¿eres tú?.
Hubo aplausos pero ella los escuchó de fondo, no les hizo mucho caso, estaba perdida en sus ojos, se acercó a él, quien la esperaba sentado junto a sus amigas sin decir una palabra, sólo esperando por ella. Se colocó tan cerca que sentía su respiración en el rostro, él la brazó apretándola con fuerza "¿Qué crees?" le preguntó sonriendo.- "Eres tú".
-Ante la lluvia encontré mi refugio. Ante el miedo mi seguridad. Ante la ira mi descanso. Ante la rutina mi cambio. Ante la guerra mi paz. Ante la paz, mi guerra. No sabía a dónde ir y encontré mi camino. Sentí frío y encontré calor, soledad y hallé compañía. En la noche oscura, justo cuando me había resignado no ver nunca luz, vizlumbré una estrella, se hizo el amanecer y nació el día, ví un sol. Dime... ¿eres tú?.
Hubo aplausos pero ella los escuchó de fondo, no les hizo mucho caso, estaba perdida en sus ojos, se acercó a él, quien la esperaba sentado junto a sus amigas sin decir una palabra, sólo esperando por ella. Se colocó tan cerca que sentía su respiración en el rostro, él la brazó apretándola con fuerza "¿Qué crees?" le preguntó sonriendo.- "Eres tú".
domingo, 19 de abril de 2009
de las dudas y la vida.
Va pasando el tiempo y yo deberia ir encontrando respuestas en vez de mas dudas e incertidumbres, pero está bien, porque con el tiempo reconozco que no conseguiré solucion a los problemas existencialistas que alguna vez me agobiaron y así dejo de pensar en ellos, y vivo mejor la vida, justo como tu querías que fuera y como dijiste que sería. Diré la verdad: ya no sé quién seas, ya no sé si eres o sólo existes en una de esas trampas que llamamos recuerdos, de ahí te rescato y te vuelvo a encerrar. Yo, por mi parte, soy diferente y a la vez sigo siendo exactamente la misma, sé que conseguirás entenderme. He comenzado a cuestionar tu existencia, dudo si eres real o al menos lo fuiste, o si no eres más que una invención de mi mente, algún retazo de deseos perdidos que en mi imaginación consiguió un tiempo en que estar, un lugar que habitar y una coincidencia en mi camino en la que apoyarse. Ha llegado un punto en el que dudo de tí y de mí, tu rostro se desvanece como una foto vieja en mi mente, tu voz se hace cada vez mas lejana, tu tacto se borra de mi piel y yo no trato de rescatarte del olvido, te dejo ir. No sé si en verdad nos conseguimos, si coincidimos en esta vida; el pedacito de mi vida que tu habistaste se me está haciendo tan jodidamente irreal que sólo en mí consigues vivir y morir de nuevo, quizás junto a mí. No sé si soy real o una voz dentro de un mundo imaginado en la cabeza de alguien. Quizás lo sea; quizás tu también. No sé si pasaste por mí, ya no lo recuerdo bien, y si lo hiciste ¿Cuál es la diferencia?...igual ya no estás.
lunes, 30 de marzo de 2009
Detrás del tiempo.
Han pasado ya varios años desde la última vez que te vi, y a decir verdad juraba que nunca volveríamos a cruzarnos, así como habíamos acordado, pero como tu y yo sabemos, el destino es un tipo caprichoso que se disfraza de azar, utiliza máscaras de momentos precisos y ropas de rostros diferentes. Debo ser sincera, cuando volví al lugar donde te ví por última vez sentí tu presencia en todos lados, te observé sentado donde siempre queriendo compartir tu desayuno conmigo, pero ni tu ni yo estabamos ahí ya, sino en algún sitio del pasado, y como ya dije antes, no esperaba cruzarme contigo, en esa inmensa ciudad sería como encontrar una aguja en un pajar. De todas maneras, si te encontrase tu ya no me reconocerías, ya me habrías olvidado, justo como todos los demás.
Se me ha hecho cómico pensar en cómo te vi y en lo que pensé. Caminaba por la universidad a la que nunca fuí a estudiar, pero cuyos pasillos me sabía como la palma de mi mano, iba a buscar algunos sueños que había dejado allí años atrás y quizás reencontrarme con algún trozo de mi que se había rehusado a partir, miraba el piso correr debajo de mis pies mientras caminaba sumida como de costumbre en mis pensamientos, entonces te ví, instintivamente busqué tus ojos y tu hiciste lo mismo, no dijiste nada, yo tampoco me detuve para hablarte, caminamos de largo uno pasando al otro como dos perfectos extraños que nunca tuvieron nada que ver, y ¿para qué?, ya en tus ojos había visto todo lo que necesitaba saber. Me estabas esperando. Sé que te apenará que diga esto pero seamos sinceros. Yo te esperaba también.
Se me ha hecho cómico pensar en cómo te vi y en lo que pensé. Caminaba por la universidad a la que nunca fuí a estudiar, pero cuyos pasillos me sabía como la palma de mi mano, iba a buscar algunos sueños que había dejado allí años atrás y quizás reencontrarme con algún trozo de mi que se había rehusado a partir, miraba el piso correr debajo de mis pies mientras caminaba sumida como de costumbre en mis pensamientos, entonces te ví, instintivamente busqué tus ojos y tu hiciste lo mismo, no dijiste nada, yo tampoco me detuve para hablarte, caminamos de largo uno pasando al otro como dos perfectos extraños que nunca tuvieron nada que ver, y ¿para qué?, ya en tus ojos había visto todo lo que necesitaba saber. Me estabas esperando. Sé que te apenará que diga esto pero seamos sinceros. Yo te esperaba también.
sábado, 28 de marzo de 2009
La noche.
-Papá...¿cómo se hizo el día?
-...Pues...Sabes que al principio era siempre de noche, ¿verdad?- Contestó, tratando de recordar las historias que su padre le contaba de niño.
-Sí...
-Bueno, la luna sabía demaciado, había visto cómo Dios creó la tierra, cómo eran los humanos, ella sabía todo lo que pasaba y conocía todos los secretos...- relataba mientras señalaba hacia afuera de la ventana, apuntando a la luna, y siguió- No habían estrellas y la luz de la luna era suficientemente fuerte como para alumbrar a la tierra entera y la gente vivía bien así, pero al pasar del tiempo las personas fueron creando maneras de comunicarse con la luna, y ésta les contaba los secretos de Dios, él, al ver esto, decidió que lo mejor sería cortar eso...
-Y...Dios.. ¿qué hizo?- preguntó con impaciencia.
- Creó al sol, quien reina de día, e hizo que la gente viviera a su ritmo, y ordenó que en las noches las personas durmiesen, así sería más difícil volver a comunicarse con la luna y entender los secretos de Dios.
-Las estrellas... ¿cuándo aparecieron?...
-La luna quería que los humanos supiéramos todo, las estrellas son como las palabras de la luna, algunos dicen que son cada uno de los secretos de Dios y que al verlas puedes ver el misterio, pero la luna es quien da las respuestas.
-Ya nadie entiende a la luna...
-Hay algunos que mantienen la tradicion de hablar con ella, algunos pocos elegidos que conocen los secretos de Dios...Nosotros nos conformamos con apreciar el cielo nocturno, mira... olvídate de los secretos y los misterios y fíjate sólo en lo que hay... ¿No es hermoso?
-Sí... lo es- respondió sonriendo, mientras su papá lo arropaba
-Duerme ahora.
-Hasta mañana papá.
-Descansa.
Cuando su padre hubo salido él se levantó aún con su pequeño oso de peluche entre sus brazos, se acercó a la ventana y susurró a la luna "Yo te entiendo...", pensaba que Dios había sido muy injusto con la luna, y deseó que fuera siempre de noche, y saber los secretos que tan celosamente había escondido Dios obligándolo a crear el día. Mientras tanto, su padre recordaba antiguos versos de un cuento que su padre solía decirle cuando preguntaba por la noche y el día. " El horizonte es testigo al bajar las mareas, cómo el sol cuando amanece asesina a la luna y a las estrellas..."
-...Pues...Sabes que al principio era siempre de noche, ¿verdad?- Contestó, tratando de recordar las historias que su padre le contaba de niño.
-Sí...
-Bueno, la luna sabía demaciado, había visto cómo Dios creó la tierra, cómo eran los humanos, ella sabía todo lo que pasaba y conocía todos los secretos...- relataba mientras señalaba hacia afuera de la ventana, apuntando a la luna, y siguió- No habían estrellas y la luz de la luna era suficientemente fuerte como para alumbrar a la tierra entera y la gente vivía bien así, pero al pasar del tiempo las personas fueron creando maneras de comunicarse con la luna, y ésta les contaba los secretos de Dios, él, al ver esto, decidió que lo mejor sería cortar eso...
-Y...Dios.. ¿qué hizo?- preguntó con impaciencia.
- Creó al sol, quien reina de día, e hizo que la gente viviera a su ritmo, y ordenó que en las noches las personas durmiesen, así sería más difícil volver a comunicarse con la luna y entender los secretos de Dios.
-Las estrellas... ¿cuándo aparecieron?...
-La luna quería que los humanos supiéramos todo, las estrellas son como las palabras de la luna, algunos dicen que son cada uno de los secretos de Dios y que al verlas puedes ver el misterio, pero la luna es quien da las respuestas.
-Ya nadie entiende a la luna...
-Hay algunos que mantienen la tradicion de hablar con ella, algunos pocos elegidos que conocen los secretos de Dios...Nosotros nos conformamos con apreciar el cielo nocturno, mira... olvídate de los secretos y los misterios y fíjate sólo en lo que hay... ¿No es hermoso?
-Sí... lo es- respondió sonriendo, mientras su papá lo arropaba
-Duerme ahora.
-Hasta mañana papá.
-Descansa.
Cuando su padre hubo salido él se levantó aún con su pequeño oso de peluche entre sus brazos, se acercó a la ventana y susurró a la luna "Yo te entiendo...", pensaba que Dios había sido muy injusto con la luna, y deseó que fuera siempre de noche, y saber los secretos que tan celosamente había escondido Dios obligándolo a crear el día. Mientras tanto, su padre recordaba antiguos versos de un cuento que su padre solía decirle cuando preguntaba por la noche y el día. " El horizonte es testigo al bajar las mareas, cómo el sol cuando amanece asesina a la luna y a las estrellas..."
jueves, 5 de marzo de 2009
Febrero.
Febrero se ha ido, llevándose consigo ( espero ) los malos tragos que ha traído para mí. No mentiré, las cosas han cambiado y a la vez siguen igual. Una parte de mí se hace la idea de seguir adelante en el año, viviendo y sintiendo cada día, la otra se rehusa a continuar, imagina que si así ha sido el comienzo del año, no puede esperar mucho para el resto de éste. Se ha hecho normal, los febreros tienen la extraña tendencia a ser un poco caóticos, o no sé si sea que yo los hago así. Y poco a poco, en papeles, voy escribiendo historias sin sentido a la que rellenan oraciones sin mucha coherencia una con la otra, momentos que aunque no los escriba quedan grabados en mi mente, me guste o no la idea. Así el tiempo va forjando ilusiones que él mismo (o yo, quizás) se encarga de desbaratar, quedando así nada más que cenizas o pequeños retazos de lo que fuimos, en lo que creímos y lo que quisimos, aquellas cosas por las que luchamos en algún momento y caigo en la cuenta de que uno es la fantasía perdida de tener lo que quisimos y nunca pudimos obtener. Lento, pero seguro, se me va pasando la vida, las ilusiones que nos llenaban se acercan a la realidad, otras se alejan dejándonos con la incertidumbre de su regreso, o su eterna partida; gente como yo nos hemos resignado al curiosos sabor agridulce de esa incertidumbre, le vemos sentido a pocas cosas y ver que las noticias más populares del internet son "el hombre que se hace mujer para convertirse en monja" y "17 maneras de perder peso sin pasar hambre"nos entristecen. Son gente, así como yo, que escriben lo que sienten para ponerle orden a sus pensamientos revueltos y hablan en general para no sentir que son los únicos que presentan estos extraños síntomas. Miro afuera de la ventana al cielo, respiro profundo como si no estuviera dentro de un salón de clases cerrado y quisiera respirar el aire fresco de la mañana, a lo lejos una voz dice cosas de buena intención, lástima que sean el tipo de cosas a las que no le encuentro sentido y resulta ser nada más que un eco que no consigue traerme de regreso a la realidad tangible, decido quedarme en el mundo de mis sueños, creando historias, reconstruyendo con "quizás" mi vida e imaginando el futuro que espero, tratando de alejar los pensamientos negativos y dandole una mano a esa parte de mí que esta cansada y temerosa , acariciando su mejilla, susurrándole al oído que no va a pasar nada, que yo la voy a proteger, que todo va a estar bien, tratando de convencerme sé que tarde o temprano me lo voy a creer, aunque me conste que no todo va a estar bien. Pero...yo hablaba de febrero, no?
Mes de ilusiones
y desiluciones
de desgarro de corazones
De risas y mil canciones
de recuerdos en los que estamos
siendo amores
De suspiros sin motivos
de iras provocadas,
y momentos en que quisimos
para siempre acabarlas,
de cuando todo lo tuvimos
y ya no queda nada
sino el recuerdo de un maldito
mes que no pasa.
Como este camino
que cicatriza mi alma
diciendo que es mentira
lo que oculta mi máscara,
una risa escondida
Y las sorpresas marchitas
de todo el mes, un "te amo"
es la mejor medicina.
Mes de ilusiones
y desiluciones
de desgarro de corazones
De risas y mil canciones
de recuerdos en los que estamos
siendo amores
De suspiros sin motivos
de iras provocadas,
y momentos en que quisimos
para siempre acabarlas,
de cuando todo lo tuvimos
y ya no queda nada
sino el recuerdo de un maldito
mes que no pasa.
Como este camino
que cicatriza mi alma
diciendo que es mentira
lo que oculta mi máscara,
una risa escondida
Y las sorpresas marchitas
de todo el mes, un "te amo"
es la mejor medicina.
lunes, 2 de marzo de 2009
Introducción.
Quizás debiera comenzar por presentarme. Para cumplir esto yo debería explicar quién soy, pero no puedo hacer eso, no sé responder a esa pregunta si no es con un "Yo" que lo único que hace es dejar más preguntas al aire. Me ha parecido que "yo"puedo ser una mezcla extraña de muchas cosas, pienso que probablemente sea un poco de cada persona que ha estado en mi vida y ha dejado una huella en mí, éso, combinado con las experiencias y la crianza de mi familia forma lo que es un "yo", deja la sensación de no ser nada original, todavía no llego a ese punto en mis pensamientos en el que se descubro dónde yace la personalidad propia de un "yo" es decir, lo que el "yo"es en verdad, más allá de la influencia externa. Pero... y si no existe ese punto...? me gusta creer que sí.
Me llamo Isabel, nací en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela, hogar de muchos hermosos recuerdos y buenas experiencias, allí he enterrado varios de mis sueños y junto a ellos varias pesadillas también. Soy complicada, necia, obtusa, abstracta, torpe, y muchos podrán dar fé de eso. Analítica hasta más no poder, fuente de muchos defectos, a raíz de eso encuentro dos voces en mí: la que no deja de analizar la vida, y la que le reclama "deja de analizarla y comienza a vivirla!", y debo decir que es un trabajo arduo mantenerlas en balance. Mis adicciones: los viajes, el chocolate, escribir. Creo que de los dos primerós podría librarme, pero ese ultimo va en mí. Es que, en algún momento quize hablar, no hubo nadie para escucharme y recurrí al lápiz y al papel, desde ese día han sido mis amigos en las buenas y en las malas. Me gusta tomar café los martes por la tarde lluviosos. Me gusta imaginar, soñar, crear. Me invento de nuevo a cada respiro y, aún así, no dejo de ser la misma ( sea lo que sea eso...). Supongo que eso, y muchas otras cosas que tardaría una vida en nombrar, son parte de lo que soy. Espero algún día dar con la respuesta de lo que es eso.
sábado, 28 de febrero de 2009
Un encuentro.
Me encontraba sentada en una banquita, estaba tomando algo frío en el momento pues tenía calor y quería refrescarme. Lo que veía en ese momento era irrelevante, estaba más enfocada en lo que imaginaba, en los sitios que iba creando poco a poco en mi mente, se hacían y se transformaban, cambiaban de formas y colores, no eran nunca igual. Sentía esa paz obligada que va adjunta a la soledad que tampoco hemos pedido, un estado en el que nada puede perturbarnos ya que, en ese momento, no ocurrirá nada que llame la atención lo suficiente como para sacarnos de ese trance. El cielo en el mundo exterior estaba nublado, el día calmado, ya estaba entrando la noche y no habían muchas personas caminando por ahí, los edificios a mi alrededor parecían desocupados, podía decir que eran casas fantasmas, hasta el aire que se respiraba estaba calmado, no había brisa. Creo que en mi mente no había mucha diferencia. Pensaba en qué podía hacer y se me ocurrían varias cosas, pero no quería hacer ninguna, sencillamente estar ahí. Y sabía lo que pasaría, tarde o temprano tenía que ocurrir, fue una de las razones por las cuales decidí quedarme donde estaba: esperar a alguien que tiene la habilidad de llegar siempre que estoy sola, cuando nadie me ve y estoy en el estado de paz obligada en el que me encontraba, la única que siempre ha llegado cuando la espero, a veces, cuando no la espero también, y debo decir que tardó un poco más de lo que imaginaba, aún así, al fin, llegó. Se apoyó con su mano izquierda en la pared atrás de mí, me miró a los ojos y sonrió mostrando esa cierta malicia tan características de ella. Le veía las facciones de su rostro rígidas, su mirada entre vacía y molesta, su sonrisa burlona e implacable, me parecía que necesitaba un descanso y relajarse, yo siempre la veía así. Le invité a sentarse junto a mí, ella prefirió quedarse de pie. Habían cosas que a ella le gustaba mostrar frente a los demás, el orgullo y la fortaleza son dos de esas cosas. Insistí un poco más “Es más incomodo…siéntate un rato…sabes que te hace falta”. Accedió a sentarse conmigo, cuando estoy con ella y se hace la difícil conmigo, me gusta imaginar que sólo se le olvida que no soy parte de “todos los demás”. Le ofrecí algo de tomar, ella quiso de lo que yo estaba tomando. Ella sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarros y me ofreció uno, “ya no fumo” le respondí. Me miró de reojo y rió. “Mucho tiempo sin hablar contigo” me dijo, al tiempo que apoyaba sus brazos en sus piernas y bajaba la cabeza. “Puedo decir lo mismo” le respondí. “Estas muy ocupada como para buscarme”, me reclamó, yo miré al piso y sonreí, ella tenía razón, últimamente no había tenido tiempo como para buscarla, tampoco tenía muchas ganas de dejar que me encontrara ella a mi. “Es que te quería dar un descanso, creo que te hace falta, te lo he dicho”, trataba de decir la verdad, pero no quería lastimarla, ella había sido muy importante para mí y lo sería siempre, sólo que en grados diferentes. Como los paisajes en mi mente, en este mundo exterior todo cambia y ella sentada junto a mi era la prueba de eso. “Es que tu necesitas un descanso de mí” levantó la cabeza, se sentó erguida y me miró. “Está bien… yo donde estoy me voy a quedar, tu estás continuando tu vida sin necesidad de que yo ande detrás de ti recordándote todo, todo el tiempo. Estás crecidita ya como para eso”. Jugaba con el cigarro entre sus dedos índice y anular de su mano derecha como acostumbraba a hacer. Yo la veía junto a mí, hablándome de dejarme de recordar las cosas que viví y hasta cierto punto tuve miedo de olvidarlo todo, pero ella mantenía su mirada fija en mis ojos, como leyendo mi mente y sonrió haciendo brillar esos ojos que ella ocultaba y la sonrisa que no le dedicaba a nadie “Eso no quiere decir que valla a dejar de visitarte. Puedes tener por seguro que voy a seguir regresando, sólo que no tan seguido como antes ni por tanto tiempo. También tengo cosas que hacer ¿Sabes?” Tan orgullosa como siempre, aunque me costara admitirlo ella tenía razón, yo había cambiado, había crecido y no necesitaba que estuviera todo el tiempo diciéndome qué hacer ni cómo pensar, pero tampoco quería olvidarla. Estaba segura que eso nunca ocurriría. Conversamos un rato más, habían muchas cosas de las que hablar, mi forma de ver las cosas había cambiado mucho desde que compartimos el mismo camino, ella se sorprendía pues nunca imaginó que pudiera cambiar y ser como soy hoy, yo también me sorprendo de verla a ella, es muy diferente a mí, aunque sé bien que dentro somos iguales. Es lo que nos une tanto. Las ideas sobre la vida, la muerte, el amor, los misterios del universo siguen intactos, la naturaleza humana permanece inmutable y nos encontramos y nos alejamos, pero seguimos ahí. Había pasado ya mucho rato, la noche había llegado por completo, inundándolo todo y, por más increíble que parezca, le devolvía la vida a la atmósfera de casas fantasmas que había a mi alrededor, y percatarme de esto significaba que había llegado algo que no se nos daba muy bien: la despedida y debo decir que siempre he sido algo sentimental en estas cosas de decir adiós, aunque no lo haya demostrado nunca. “ Se me acabó la cajetilla, me toca irme- me dijo mientras se levantaba, yo tenía mis brazos apoyados en mis piernas, levanté la mirada siguiendo su voz.- Y ya sabes, no te molestes en tratar de olvidarme, algún día me verás regresar para conversar un rato. Espero que me aceptes un cigarro entonces.” Siempre con esa sonrisa burlona, y copiándola le respondí “¿Bronco?”. “Lo mejor“ me dijo entre risas. “Nos vemos pronto”. Y se fue por donde vino. Sin pensarlo mucho, pues ya no quedaba mucho por pensar, yo me levanté e hice lo mismo. “Seguro- pensé.- nos vemos pronto…”. Como debería ser, ocurrió, se fue ella por su camino y finalmente yo emprendí el mío.
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